Los
papeles salieron volando inesperadamente desde el interior del monte de acacias
ubicado en los primeros metros de la ladera del Cerro Ventana, frente al deck que
se utiliza como mirador del cual los turistas pueden observar a lo lejos el
hueco que da el nombre al monumento natural. El mismo viento fresco que los
impulsó desordenados estaba en ese mismo momento trayendo algunas nubes grises desde
el oeste, obligando a Manuel y Amanda a finalizar la mateada y la tarde de
domingo en el Parque Provincial Ernesto Tornquist. Ambos pudieron ver como la
decena de hojas blancas se desplazaban resignadas de aquí para allá, de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba, a merced del viento serrano que parecía no
decidirse donde dejarlas. Ellos iban siempre allí, desde que se conocieron y descubrieron
el amor un domingo de primavera, como el de hoy. Esperaban pacientemente hasta
que la última persona dejara el lugar para disfrutar en soledad de las estrellas
del firmamento que allí parece más cercano. El viento hizo muy bien su trabajo
y desparramó por distintos lugares los papeles. Uno de ellos terminó su
trayecto mediante un marcado vaivén sobre Amanda, que extendiendo los brazos
levemente hacia arriba pudo tomarlo sin esforzarse. La luz del día ya no
alcanzaba, pero ayudados con la linterna del teléfono celular pudieron observar
el contenido que estaba redactado en un formulario prediseñado, en letra
cursiva no demasiado clara, como si hubiera sido escrito rápidamente. Pequeñas
gotas de lluvia comenzaron a caer mientras Amanda iniciaba la lectura en voz
alta.
-Soy
el Zorro gris, docente, investigador y guía de la naturaleza, cubriendo el
turno del domingo 21 de octubre de 2018. Esta jornada no la olvidaré
fácilmente. Hace hoy exactamente siete años que recibo a grupos de jóvenes animales
de toda la región del sudoeste bonaerense en el Observatorio de la Especie
Humana del Parque Provincial, con el objetivo de capacitarlos y prevenirlos de
las conductas sociales negativas del hombre. Pero nunca un grupo había tenido
estas características. Cuando llegaron pude detectar con una rápida mirada la
tristeza en sus semblantes. Algunos de ellos parecían haber recorrido grandes
distancias, ya que estaban extenuados y se observaba a simple vista
laceraciones y suciedad que la travesía de varios días había grabado en sus
cuerpos. Sabía que otros eran de zonas cercanas porque los conocía, aunque de
algunos solo tenía una frágil imagen de sus rostros en mi memoria. Tres de
ellos estaban tan juntos que parecían hermanos. Había jóvenes de mi propia
especie, también de mulitas, vizcachas, carpinchos, jabalíes y ciervos; y todos,
según lo informado por la Lechuza coordinadora, compartían la misma pena, eran
huérfanos, buscando un nuevo hogar. De inmediato supe que debía ser muy
cuidadoso con las actividades a proponer y los ejemplos a utilizar para
explicar ciertas conductas humanas, ya que muchas de ellas seguramente eran las
causas de las desgracias de estas jóvenes almas. La jornada de hoy agrupó una
gran cantidad de humanos en el lugar, es por ello que pude explicar claramente
los conceptos básicos de la organización temporal de esta especie, tema con el
cual comencé la capacitación. Expliqué que el domingo es un día especial para
ellos, y que la multitud se genera debido a que cada siete soles, identificados
como lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo, los humanos
se desplazan en gran número desde sitios que llaman ciudades hacia lugares naturales
en busca de armonía y descanso, ya que según lo escuchado por nuestros cuises espías
ubicados estratégicamente bajo el deck, durante al menos cinco de esos siete
soles que llaman semana, los adultos humanos se dedican a trabajar, siendo éste
al parecer un proceso rutinario necesario para subsistir, al que asisten con desgano, les produce
frustraciones y conflictos que muchas veces terminan generando una enfermedad
muy compleja llamada estrés. Culminé el tema aconsejando a mis alumnos que es importante
alejarse del camino en estas jornadas de tanto movimiento, ya que los humanos
se trasladan en vehículos a grandes velocidades ocasionando accidentes a muchos
de nuestros familiares. Escuché murmullos luego de estas palabras y también, me
pareció, por lo bajo, algunos llantos. Para cambiar rápidamente de tema, abordé
la problemática de la alimentación de los humanos. Aconsejé inicialmente evitar
el consumo de restos de la comida que ellos ingieren, especialmente la que
viene envasada, ya que su mayoría contiene sustancias químicas artificiales con
las cuales consiguen darle el sabor, color y aroma que anteriormente se lograba
con sustancias naturales. Estos productos sintéticos agregados en los alimentos
están asociados a la aparición de ciertas enfermedades,-.
Amanda
debió suspender la lectura y de inmediato subir junto a Manuel al automóvil, ya
que la lluvia caía ahora con más fuerza, entre ráfagas intensas de viento,
truenos y relámpagos. Apenas se acomodaron, cruzaron sus miradas en silencio.
Ella se mostraba sorprendida, Él, incrédulo. Amanda continuó leyendo.
- Y
esto no es algo que los mismos humanos desconozcan, ya que en las etiquetas de
los productos se indica la presencia de estos derivados de la industria química.
Lo hemos podido comprobar al analizar los envases vacíos que dejan durante las
visitas los humanos, ya sea dentro de los cestos de basura o fuera de ellos,
como a veces pasa, por descuido o desidia. Para continuar comenté que nuestra
colega el Águila mora realizó una investigación en la cual pudo seguir los
trayectos de varios residuos que debido a la acción del fuerte viento que
frecuentemente sopla aquí o por la fuerza de arrastre de la lluvia, se
trasladan grandes distancias, pudiendo comprobar que la mayoría de la basura
termina en el río Sauce Grande. Éste es el curso de agua que luego, al
desembocar en el lago del Dique Paso de las Piedras, se convierte en el lugar
donde varias poblaciones se abastecen de agua para consumo humano, siendo estas
localidades, paradójicamente, los lugares de origen de muchos visitantes que
recorren nuestra región y no toman conciencia de que los residuos que dejan
aquí, indefectiblemente los afecta también a ellos. Terminé este tema aquí y
decidí dejar la problemática de los agrotóxicos para el próximo encuentro,
considerando que eran ya suficientes tristezas para una sola clase. Llegó el
momento del descanso. Les comenté que podrían recorrer lugar, charlar y
conocerse entre ellos, pero nadie se movió. Protegidos en la frondosidad del
bosque, observaron en silencio a los humanos que se movían sin parar y-.
Amanda
detuvo la lectura. El texto terminaba allí pero no parecía el final del mismo.
No había signo alguno de puntuación que indicara esto. Tampoco era el renglón
final de la hoja. Solo podía observarse a continuación de la última letra una
línea irregular de tinta de algunos centímetros que parecía hecha involuntariamente,
como si se hubiera alterado por un instante el lugar de escritura por algún motivo
y se escribió sin quererlo. La noche se les presentó de golpe. Al parecer ya
nadie quedaba en el lugar. La tormenta mostraba ahora toda su furia,
diluviando. -Nos vamos Amanda- dijo Manuel mientras ponía en marcha el auto y
agregaba, -esto debe ser una broma-. Ella respondió con un breve -no sé-. De
inmediato Él preguntó, -¿no pensarás que es real?- Ninguno pudo agregar otra
palabra más. Al encender las luces enmudecieron ambos. Brillantes pares de ojos
los observaban desde el oscuro pastizal serrano.
Gabriel Molinero.
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